domingo, 29 de septiembre de 2013

El Diagnóstico en la Intervención Psicosocial





Una intervención psicosocial consiste en escuchar el pedido de ayuda que aparece en la crisis. Las personas entramos en crisis cuando nuestros valores se afectan y carecemos de los recursos materiales o psicológicos necesarios para protegerlos. La situación desfavorable se produce con el trasfondo de un entorno psicosocial que no favorece o perjudica el desarrollo del proyecto de vida del sujeto o sus allegados.
En la intervención psicosocial los diagnósticos no son necesarios, más bien oscurecen la intervención. Para definir “lo normal” es necesario definir la “norma”, frente a la cual solo podemos medir desviaciones. Así, un diagnóstico es una descripción negativa, de lo que falta o falla y nos complicará aún más el panorama, no sólo en el caso del sujeto, sino también del terapeuta que, en un intento loable pero estéril se interna en una  nomenclatura ajena a la situación.
El psicodiagnóstico describe una personalidad e intenta predecir conductas. El riesgo consiste en que, si como ya sabemos, el observador modifica el campo, el psicodiagnóstico corre el riesgo de transformarse en una maldición de autocumplimiento. 
La evaluacion psicodiagnóstica es una demanda de las instituciones, físicas o simbólicas, a las que pertenece el terapeuta. Las características descriptas son  construcciones socioculturales útiles en el desempeño de un rol determinado. Como un árbol produce el fruto, la sociedad y la cultura producen sujetos. Es un proceso largo y doloroso, y ademas, como no somos frutas, nuestro anhelo acerca de qué queremos ser o cómo queremos serlo importa mucho para nuestra Salud Mental. Si es contrariado o imposibilitado, padecemos.
Si dicho proceso no se da, si se detiene, si el desempeño no es satisfactorio o no aparece la valoración social por los hábitos adquiridos, llegan la frustración y el consecuente  padecimiento. La tarea de reparación consiste en definir y sortear los obstáculos.
La “histerica” podrá devenir artista glamorosa o secretaria ejecutiva, el “obsesivo” administrador meticuloso, el “bipolar” artista capaz de traducir el “dolor de la vida conciente” en obra de arte. Y todos, obtener el reconocimiento social necesario.  
Por eso es tan importante la escucha empática, única forma de comprender la demanda,  porque el padecimiento es el diagnóstico. Toda demanda es toma de conciencia, intento de explicación.
Si buscamos la respuesta en alguno de los volúmenes utilizados para aprobar exámenes en la facultad, lo que vamos a obtener es la respuesta a otras preguntas, no a la situación que tenemos delante, y habremos caido en la trampa de intentar resolver o curar.
Desde los paradigmas del DSM o los varios tomos de Freud, ambos con origen en las ciencias médicas aprendimos “curar” un trastorno o interpretar un síntoma, no a entender a una persona. Esta es la trampa. Aunque nos traigan problemas, no hay nada para resolver, pero si mucho para hacer. No hay enfermos, a pesar de que haya dolor, por lo tanto no hay curación. No hay nada que controlar, aunque haya mucho para cambiar, un cambio en el cual estaremos incluídos No seremos los mismos después de haber acompañado el proceso del otro, sino que también habremos cambiado, y ese cambio será el que nos habilite después, para ayudar de nuevo y mejor gracias a la experiencia adquirida.
Si queremos dar respuestas, si creemos que el motivo es la neurosis, la inestabilidad o la incapacidad, nos habrá encandilado la fuerza de la demanda y nos estaremos perdiendo el aprendizaje.
Mediante la escucha, vamos a percibir, en primera instancia, que nunca nadie está solo. Lo acompañan su pareja, su trabajo, sus vinculos familiares, o bien la no- pareja (no tengo a nadie), el no- trabajo (no me gusta lo que hago o no hago nada), la no-familia (me abandonaron). Todos, conflictos vinculares. Estos conflictos no se producen en el vacío, sino sobre un fondo, que a veces se destaca y a veces pasa desapercibido.
Maslow propone un esquema piramidal. En la base, ubica las necesidades fisiológicas que deben ser satisfechas: la alimentación, el sueño, el sexo, la seguridad. Y necesidades secundarias, que consisten en la autorealización y la inserción social exitosa. Sin embargo, en la condicion humana esta pirámide está invertida, porque los vínculos sociales son la condición previa para la satisfacción de las necesidades primarias. Hace falta estar integrado -bien integrado - en los grupos para asegurarnos el sustento. Y para tener una buena  inserción, necesitamos previamente una buena autoestima construida en un entorno favorable. Como vemos, la Salud Mental tiene la forma de un Uroboro, una serpiente que se muerde la cola. Sin embargo, la buena noticia es que podemos intevenir  exitosamente sobre lo particular y, a su vez, modificar el sistema en su conjunto. El grupo saludable favorece a sus integrantes, los sujetos realizados son agentes reproductores de cambio.
Si rotulamos de cualquier manera, dificilmente consigamos cambiar nada. Es como querer escribir en una hoja ya escrita. La gente no puede dejar de ser quien es, pero si, en cambio, actuar de otra manera, hacer otras cosas, crear.
Y la intervencion psicosocial consiste, justamente, en andar junto al otro los senderos escarpados de la tranformación creativa. Ada Fanelli

lunes, 5 de agosto de 2013

Contradicciones

Recorren la web correos acusatorios sobre el DSM, lo cual no es de extrañar. Por ejemplo, se dice: "León Eisenberg, el psiquiatra  que “descubrió” el  TDAH, dijo siete meses antes de morir que el TDAH es un ejemplo de enfermedad ficticia". !Claro que a los pocos días otro correo afirmó que el anterior era un fraude! Si uno no es el padre de un niño medicado con Ritalina esto posiblemente no tenga demasiada importancia, pero a quien sí lo es deben asaltarlo muchas emociones contradictorias y ninguna de ellas agradable. No voy a extenderme sobre ello. Sí sobre la responsabilidad que compete a cada uno de los profesionales que administra -ya sea medicamentos o diagnosticos, qué más da- a la sombra del protocolo. Parece que recién descubrimos que las rabietas o la timidez, o "quedarse colgado" en clase, después de todo, no es tan "anormal". !Pero lo decimos,  porque "El National Institute of  Mental Heath de  E.E.U.U. abandona la clasificación DSM.  El  NIMH (Instituto Nacional de Salud Mental) la agencia de investigación biomédica dependiente del gobierno de E.E.U.U. y considerada la mayor  proveedora de fondos de investigación  en Salud Mental de todo el  mundo, ha anunciado que dejará de hacer uso de la clasificación del MANUAL DIAGNOSTICO Y ESTADISTICO DE LOS TRASTORNOS MENTALES por considerarlo carente de validez científica".!
Digo yo...¿era tan difícil darse cuenta del error? ¿Alcanza con la tapa de cuero para considerar la seriedad del contenido? ¿Qué nos pasa? Después de todo, a tod@s nos enseñaron en la Universidad que la ciencia se funda en la contrastración y no en la repetición. ¿Fueron tan grandes los grandes, o sólo se animaron a sostener sus sensatas ideas en contra de las ideas estereotipadas de la época, esas que hoy nos causan risa? Pensemos cuales de nuestras seguras afirmaciones van a hacer reír a nuestros nietos. No se cual de los correos acerca del DSM es el verdadero, lo que sí sé es que cualquiera de ellos pone en ridículo a  unos cuantos. Ada Fanelli

viernes, 26 de julio de 2013

Distinciones y Reconocimientos



Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, año 2000:
Entrega de Plato Conmemorativo a la Red de Profesionales de la Salud Mental O.I.D.O.S.
designado como Vecino Solidario de la Ciudad de Buenos Aires.


Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, año 2001:
Entrega de Plato Conmemorativo a la Sra. Ada Fanelli, socia fundadora de O.I.D.O.S.
como Vecina Solidaria del barrio de Almagro.


Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires,
Dirección General de Asuntos Políticos y Legislativos, año 2003:
Entrega de plato conmemorativo por la realización del proyecto CREAN -Creativos Anónimos- implementado  por integrantes de O.I.D.O.S. como Vecino Participativo del Barrio de Almagro.


Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires,  año 2006, entrega de placa por el proyecto ORA FENIX implementado  por integrantes de O.I.D.O.S. designado como Vecino Participativo del Barrio de Almagro.

Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, agosto 2006, entrega de Plato conmemorativo a la Red de Profesionales de la Salud Mental, O.I.D.O.S. designado como Vecino Participativo del Barrio de Almagro.










martes, 23 de julio de 2013

En Casa de Herrero Cuchillo de Palo

Hemos tenido mucha actividad en estos tiempos organizando talleres, grupos y espacios en la web. Contamos con dos grupos en Facebook y otro blog, bastante activo, además de este. Sin embargo...
Alguien, amablemente, solicitó información y nos pidió nuestra dirección y por supuesto se la ofrecimos. Pero claro, uno se siente un poco culposo y corre a revisar como está todo, como quien recibirá visitas y se apura para juntar lo que dejó tirado, pasar la escoba y revisar la pileta por si hay platos de anoche. ¡Y bueno!...hay que confesarlo, no pasamos el examen. Dejamos bastante abandonado nuestro blog en los últimos tiempos, sin excusas: en casa de herrero, cuchillo de palo. Si, parece que a nosotros también nos fue más fácil iniciar que sostener. Por supuesto, el momento de la idea es genial, pero como cuando nos enamoramos, juramos y ofrecemos todo y para toda la vida. Pero después llega el día a día, lo cotidiano y aburrido, levantarse temprano y con mal aliento. Entonces a veces las ideas ya no nos parecen tan buenas, desestimamos nuestras intenciones, o bien proyectamos nuestro desgano al otro acusandolo de que no sabe proporcionarnos los incentivos necesarios.
Bien, no vamos a apelar a ninguna excusa. Sólo podemos asumir el compromiso nuevamente e intentarlo otra vez. O sea: contar en qué andamos, qué pensamos y qué queremos. Por supuesto, implorando, como los amantes infieles, que esta vez nos crean, porque vamos a cumplir. Y agradecer, claro, a quienes nos están poniendo el hombro para sostener el intento, porque a pesar del escaso material que hay aquí, Google dice que el tráfico es abundante. Nos ponemos a trabajar ya mismo: !Palabra de honor! Ada Fanelli, coord.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Acerca de la violencia de género.

Lamentablemente el tema ha cobrado una siniestra actualidad en nuestro medio. Mujeres quemadas por sus maridos, niños asesinados como dedicatoria macabra a sus madres, etc. son hechos cotidianos en la prensa.

En este contexto escribí y publique en la web la “Carta Abierta para una Mujer Maltratada” Recibí numerosas adhesiones, pero algunas me hacen temer sobre el abordaje correcto del tema. Por ello, creo necesario hacer algunas aclaraciones.

Digamos que una mujer víctima de violencia no es una “masoquista” ya que no disfruta de los golpes que recibe.

Una mujer victima de violencia tampoco tiene “baja autoestima” y por supuesto no se “deja pegar” . Esto, lamentablemente, lo vemos claro en los campos de prisioneros, donde un puñado de verdugos puede someter a un grupo numeroso de víctimas. Esto ocurre porque los golpes no solo dañan el cuerpo, sino también la psiquis. Se produce en la victima despersonalización y sometimiento a servidumbre. Las personas que atraviesan por esta experiencia son, incluso a veces, conscientes de su situacion, pero se sienten imposibilitadas para evitarla, porque dependen psicologicamente y con frecuencia también materialmente del agresor de una manera muy compleja. Además, se averg­üenzan ante los demás, por lo cual comparten la culpa y de ello se beneficia el verdugo. En otros casos el sometimiento y la despersonalización se consigue con amenazas a terceros, por lo general, los hijos. Temores estos que, como queda demostrado, no están exentos de fundamento. Desarmar este dispositivo es una de las tareas mas dificiles a las que puede enfrentarse un profesional de la Salud Mental. Es dificil el éxito, pero sin la ayuda necesaria es practicamente imposible para esa mujer liberarse de su encierro moral.

Muchas veces la victima llega a someter su pensamiento de tal manera que incluso cree merecer los golpes recibidos. Esto es muy común en el caso de niños maltratados a quienes se les dice que se les pega porque son malos y para que aprendan. Muchas mujeres maltratadas han sido, previamente, niñas golpeadas.

Lamentablemente, muchos de nosotros mantenemos todavía ideas como “la letra con sangre entra”, “se lo tenía merecido”, “el violento es un enfermo” o “ella se lo permite”. Prejuicios y lugares comunes que pueden acarrear terribles consecuencias.

Nadie puede autorizar o ejercer violencia alguna sobre otro, salvo en defensa propia. No

hay insulto, ni traicion que merezcan el maltrato o la muerte.

Todos nosotros estamos atravesados por lo que cada cultura acepta como válido, pero

lamentablemente la nuestra se alimenta de prejuicios y lugares comunes que pueden resultar muy peligrosos. Tengamos el buen tino de revisar nuestros criterios antes de enunciarlos. Erradicar del inconciente colectivo todas las justificaciones para el ejercicio de la violencia es la mejor manera de poner freno a estos crímenes

Señalo especialmente que en el texto por mí publicado no se alienta a la mujer para “no dejarse pegar” sino para pedir ayuda, ya que son las instituciones de la sociedad las responsables de evitar los daños que la sociedad misma genera cuando la voluntad individual fracasa.

Si Ud. quiere ayudar a una mujer maltratada y ella no lo acepta, asómbrese de lo lejos que puede llegar la destrucción psicologica y mantenga una vigilancia discreta. En cuanto se presente la oportunidad, haga usted la denuncia. Puede salvar una o varias vidas. Lo único que frena a un malvado es el temor a un poder más fuerte. Vamos a cuidarnos entre todos. Lo que hoy es sólo un chiste machista, mañana puede transformarse en tragedia. Ada Fanelli, lic. en Psicología Social.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Las Vestiduras de la Masculinidad

Con Bastante Tela Para Cortar

Jorge Garaventa*

El tema de la construcción de la masculinidad y el ejercicio de la misma no ha sido, salvo honrosas excepciones, una preocupación de los hombres, aún académicos, sino de las mujeres, fundamentalmente desde el feminismo. Algunos varones que se han ocupado del tema lo hacen desde una adscripción acrítica al feminismo, lo cual desemboca en una identificación errónea entre masculinidad y machismo.

Lo antedicho no deja de ser un primer dato de importancia: a los hombres no les resulta placentero reflexionar sobre si mismos, repensarse, contactarse con sus sensaciones y afectos…no entra en su esquema de comportamiento psíquico cotidiano. No han crecido para eso.

Aclaremos que, salvo indicación en contrario, las referencias, conclusiones y análisis incluidos en este trabajo remiten a la cultura occidental.

El machismo es precisamente una desviación grosera de la masculinidad, no obstante lo cual, y pese a su alta frecuencia debería permitirnos hacer la diferencia para poder arribar a una referencia saludable en la conformación de la identidad del hombre.

De cualquier manera no puede obviarse que es la cultura vigente la que incentiva el machismo, y que de la mano de este los hombres recogen privilegios y pagan precios, sin demasiada conciencia de ganancias y pérdidas.

El pensar, como se hace en general, la cuestión masculina en relación al feminismo, conlleva a un desarrollo defensivo del tema donde finalmente se pierde el eje de lo buscado. Las conclusiones terminan siendo una lectura femenina, aún realizada por hombres, de la estructura de la masculinidad.

Coincidimos seguramente que es difícil profundizar sin hacer hincapié en la imbricación entre masculinidad y machismo, de la misma forma que no puede pensarse el tema sin aludir a la relación con la mujer.

Pero no abundan reflexiones sobre los varones, realizados por varones, y desde la estructura de pensamiento de los varones. (la redundancia es intencional). Vale el intento.

Merece ser señalada una excepción. Guillermo Vilaseca hace ya muchos años que viene reflexionando sobre las singularidades de la masculinidad, desde la perspectiva del varón.

Aludir a cuestiones de masculinidad refiriéndose a “los hombres” es un reduccionismo abolicionista de las singularidades.

La cultura patriarcal rige la conducta de hombres y mujeres, propicia, avala, encubre y naturaliza la violencia contra la mujer pero está lejos de ser un colchón de relajación y privilegios para todos los hombres. Mucho menos para quienes se atreven a repensar su subjetividad y plantearse otro tipo de interacción consigo mismo, con sus pares y con las mujeres.

Burdieu plantea que ser hombre es encontrarse con el poder. De allí a la varonilidad inexcusable hay un solo paso. No solo hay que ser hombre sino parecerlo, y el ejercicio de las herramientas de privilegio que dota el género facilitan entonces el pasaje a distintas formas de violencia, contra los demás y contra si mismo si fuera necesario. Se suele decir que el hombre llega a la violencia para sostener su primacía frente a las mujeres y frente a los hombres por mandato competitivo. Un poco menos dicho, pero no menos evidente es el pacto entre hombres para invisibilizar la violencia contra la mujer, o a la mujer misma.

La mayoría de los estudios coinciden en que la construcción de la masculinidad descansa en la diferenciación absoluta de todo lo que recuerde a la femeneidad, arrollando en esta carrera los afectos y las emociones y la necesidad imperiosa e ineludible de no ser ni un niño ni un homosexual tampoco. Femeneidad, niñez y homosexualidad serían en este modelo un paradigma del fracaso de la hombría.

Por otro lado, y aunque ya no es así en los hechos, en el imaginario colectivo siguen estando divididas las tareas, de producción para el hombre y de reproducción para la mujer. Por eso el ingreso masivo de la mujer al mundo del trabajo no es vivido por los hombres como un alivio de su tarea sino como un fracaso de la misma. Cuando esto conlleva, en una pareja heterosexual, a que la mujer se convierta en único o principal sostén del hogar, las fisuras en la autoestima, de aquellos, suele ser pronunciada. Es estar al borde de un abismo donde o se repiensa todo o se desliza al vacío.

El Patriarcado entonces, yendo a lo elemental, funda modelos de mujer, de hombres y de la relación entre ellos que actúan referencialmente con tanta fuerza que la desobediencia genera la sensación de ajenidad y activa el grueso de los temores que se esconden detrás de la construcción de la masculinidad clásica o hegemónica.

Un estigma del patriarcado, que no puede eludirse, es que sus parámetros se consolidan, fortalecen y trasmiten inter generacionalmente no solo por hombres sino por mujeres captadas por la cultura en la inmovilidad de sus roles serviciales.

Sostenemos que el ideal masculino no tiene un solo camino de construcción, con lo cual afirmamos que la misma es social, evolutiva y dinámica, actual, es decir, contemporánea, y modificable... La identificación, en diálogo con la diferenciación desemboca en el modelo hegemónico.

No es pequeña la diferencia entre quienes sostienen la identificación como paso sustancial de quienes teorizan la diferenciación materna.

El varón, por vía de la identificación con el padre irá incorporando los atributos de la masculinidad y los modelos de interacción con mujeres y hombres. Este sería el modelo que justificaría que los hijos de hombres golpeadores y o mujeres golpeadas transitan el camino de la repetición.

La teoría de la diferenciación pura sostiene que en el acceso a la virilidad el varón necesita separarse claramente de su parte femenina representada por los afectos, especialmente la ternura. El niño adquiriría tempranamente estas características que luego, a decir de Badinter, necesita mutilar. Algunas teorías algo mas extremas sostienen que va a necesitar diferenciarse tanto que el resultado será la interacción entre odio, rechazo y culpa. La resolución patológica de este interjuego ha de desencadenar en sentimientos y conductas agresivas hacia la mujer.

El trabajo en la clínica nos muestra que ninguno de estos procesos se dan con pureza pero que todos alimentan el modelo hegemónico.

Decíamos al principio que no aceptábamos la generalización, “los hombres”, porque como toda extensión ilimitada termina siendo injusta y prejuiciosa. Si, en cambio, como queda plasmado en nuestro desarrollo, afirmamos la vigencia de modelos hegemónicos que determinan interacciones y conductas. Y en ese sentido, el modelo hegemónico masculino de dominación parece ser universal. Incluso en las sociedades matriarcales estudiadas rigurosamente, el hermano mayor cumple funciones y tiene atribuciones similares a las del macho patriarcal.

Los hombres cargan con el ideal varonil, lo sufren, temen su desgaste pero también se apoltronan en el placer de beneficios y privilegios. Prisioneros del rol, no obstante no puede negarse el beneficio secundario del ejercicio de la hombría, y la furia que genera el desafío al modelo por parte de ellas.

Ser hombre como marca el código es una tarea ardua no exenta de terror al fracaso. Y es precisamente este miedo, engarzado en el ideal de perfección, el que genera la inseguridad que se escupe hacia fuera en forma de violencia contra quienes encarnan su propia flaqueza proyectada.

Salvo los pactos fraternos, otro hombre es el rival que siempre estará amenazando mellar el dominio.

La mujer independiente y con sexualidad autónoma produce un tembladeral interno. El macho clásico no está preparado para ejercer la sexualidad a demanda en un goce compartido sino para establecer modos y formas de su propia necesidad de dominio cristalizada en la mujer que se entrega.

La tercera amenaza es el homosexual que le refriega sus aspectos mutilados pero para nada olvidados. El mundo patriarcal identifica al homosexual como una desviación patológica y despreciable del hombre y que a su vez representa lo más rechazado de la femineidad.

Los cuerpos son segmentados y valorizados de acuerdo a valores que venimos mostrando. La parte delantera, valorizada por la presencia o ausencia de pene, y la trasera identificada con lo francamente femenino y la sumisión. Ese es otro de los terrores que se activa en la homofobia. En la antigüedad, los prisioneros de guerra eran violados analmente para consolidar el triunfo y la dominación.

Este es apenas un esbozo incompleto de la construcción de la masculinidad de acuerdo a parámetros hegemónicos o patriarcales. Ya sea para adaptarse o diferenciarse es el esquema guía. Hay quienes plenamente inmersos en el, disfrutan de su vigencia sin cuestionarlo, quienes ejercen esta masculinidad de forma vergonzante, pero que efectivamente la ejercen, y quienes están en franco conflicto con este esquema. Porque más allá del predominio que garantiza, las exigencias de poder todo, de fortaleza emocional, de vocación de buey de carga, de virilidad ferrea, producen un cansancio que desemboca en una vacuidad vital.

“El machismo mata,” se dice con certeza aludiendo a la violencia contra la mujer. Quienes no derivan en semejantes exacerbaciones van desgastando su existencia cotidiana en la lucha contra el terror a ser poco hombre.

Quienes se plantean otro tipo de masculinidad y asumen, aún con tropiezos su ejercicio, tienen una dura pelea por delante que conlleva a la reconciliación con la ternura, a la reivindicación de lo igualitario, al libre ejercicio de recepción y donación de afecto y al diseño de un entorno inclusivo.

Nada se soluciona con que un hombre se declare feminista. La lucha contra el patriarcado, mayoritariamente vigente en la cultura cotidiana y sus ataduras internas pasa por un cuestionamiento profundo que sacuda también las comodidades. Hombres y mujeres no deben ser iguales sino que han de poder ejercer sus derechos de manera igualitaria. Esto es posible propiciando un modelo sano de masculinidad que implique un vuelco copernicano en los valores de la hombría. No son simples expresiones de deseo cargadas de ilusiones de un mundo distinto. Algunos avances en materia social en los últimos años nos llevan a creer que es posible la implementación de políticas públicas y educativas que posibiliten la revolución cultural pendiente pero tal vez cercana.

*Psicólogo

Publicado en la revista “Género y Peronismo” Nº 11

domingo, 18 de septiembre de 2011

Resiliencia: el fracaso de la metáfora




Entiendo por “ideologia” ese corpus de pensamientos más o menos articulados que nos atraviesan pero que no cuestionamos, debido a que responden al Sentido Común, a lo básico de nuestra cultura, a lo mejor y a lo peor. Aunque nos creamos concientes de nuestras creencias y opiniones, se nos escapa siempre un aspecto que pertenece al ámbito de lo inconciente. No expresamos una ideología, es la ideología la que se expresa a través nuestro, sin que nos demos cuenta y a veces contradiciendo nuestras mejores intenciones.

Con esta premisa analizaré el concepto de Resiliencia, que cuenta con defensores y detractores. No me encuentro entre los unos ni los otros, o al menos, es lo que sinceramente supongo.
Resiliencia es un concepto, como sabemos, de la física, o mejor aún, de la ingenieria, y evalúa la capacidad de un material para sostener y resistir. En tal sentido, el uso de la palabra resiliencia, en el ámbito sicosocial, podría considerarse como una metáfora.
El problema con las metáforas es que son habitantes del mundo de la literatura y no de la ciencia, debido a lo cual debemos cuidarnos mucho al usarlas. Son muy gráficas, y de allí su utilidad, pero, al igual que con los ejemplos, cuando abusamos de ellos terminamos por confundir lo mismo que intentábamos aclarar.
Veamos lo que ocurre en este caso. Un video publicita un espacio donde intelectuales y trabajadores se reunirán para compartir sus experiencias, consistentes en apoyar y ayudar a las victimas de tragedias, ayudándolas y alentándolas a desarrollar resiliencia. Y así empezamos a ver el problema.
Si la resiliencia es una condicion inherente de algunos materiales y trasladamos automáticamente el concepto, estariamos diciendo que es una condicion inherente de algunos seres humanos, y tendriamos entonces que aceptar, como consecuencia evidente, que otros no la poseen.
¿Ser o no ser resiliente?
La condicion de “ser” es algo bastante invariable. Algo mas allá de mis características que me define como "yo" y permite que los demás me reconozcan como tal a pesar de cualquier otra circunstancia.
La resiliencia no entraria en esta categoria tan absoluta, sino que sería una característica más particular ya que podría desarrollarse. Y si es así ¿ Por qué esto se produce sólo en algunos y en otros no? Si la posibilidad existe para todos ¿Por qué unos fracasan ante los mismos obstaculos que otros sortean?
A mi entender, la confusión se produce en el origen, en el momento mismo que escogemos la metáfora. Volvamos al video que pretende explicar a los niños qué es la resiliencia. Para ello, se muestra a otro niño jugando con un pequeño animalito de goma espuma. El bichito es apretado, estrujado, aplastado, empapado, ensuciado y maltratado de todas las maneras posibles, para, al fin, recuperar siempre su condición inicial. O sea, ilustra la resiliencia según el concepto ....de la ingenieria.
En cambio como aprendizaje para la vida real, me parece absolutamente terrible.
Enseña que la gente es resiliente, que se puede pegar, golpear, maltratar, y que, después, no pasará nada, todo volverá a su estado original. Esto, desde luego, no es cierto.
Algunas madres neurotizan, diciendo al niño que si rompe el juguete, el juguete sufre. Cuentos como el Soldadito Valiente, son buen ejemplo de ello. Otras, se enojan con la "mesa mala que golpeó a mi niño".
En cambio, en un afan por criar hijos sanos, muchos alentamos la costumbre de regalarles una mascota para que aprendan a diferenciar entre un ser vivo que sufre y responde y un objeto inherte.
Los padres sabemos que la relación con esos objetos es importante para la formación del psiquismo de nuestro hijo y por eso regalamos mascotas, juguetes.
Aquí, en cambio, ni neurosis ni solidaridad. El video parece concebido para entrenar a un torturador. Seguramente, esa no era la intención de sus autores, sino más bien todo lo contrario. Sin embargo, el video nos muestra con cuanta facilidad podemos perder el rumbo cuando llevamos una metáfora al extremo.
Un ser humano no está hecho con materiales buenos o malos, no se trata de una cosa, y no responde siempre de la misma forma a los mismos estímulos. Ni siquiera de la misma forma que lo hizo antes.
No soy amiga de las definiciones, pero si tuviése necesidad de una, yo aceptaría definir al hombre como a un proceso en marcha. Un proceso sobre el que se puede influir, pero no decidir. Un proceso que podemos favorecer, pero no controlar.
¿Cómo saber que el pequeño espectador se identificará con el juguete maltratado pero resiliente y no con el otro niño maltratador? Si queremos seguir usando metáforas de las ciencias duras, digamos que para observar objetivamente, lo unico que podemos hacer es limpiar el campo de cualquier identificación forzada. O sea, alentar el desarrollo quitando obstaculos y no exigiendo rendimientos.
Cuando partimos de criterios fijos, llegamos a categorías rígidas.
Si la resiliencia es inherente sólo a algunos: ¿Cuánto tardaremos en intentar comprender la diferencia? ¿Y en analizar su génesis? ¿Y su genética? ¿Y en escoger a los mas resilientes porque ellos garantizan mejor nuestra inversión?
¿Y que pasará con los que no lo son? Con los que no rien al despertar por la mañana en un campo de concentracion, con los que no se reponen nunca a la tristeza o la tortura. ¿Qué será de ellos? ¿Serán inadaptados? ¿Marginales? ¿Loser? O, simplemente, no-resilientes.
Estoy convencida, vuelvo a repetir, de que no creo en esa intención del concepto.
En los “Pilares de la resiliencia,” por ejemplo, queda bien claro cuánto depende nuestra condición del entorno social y afectivo que nos acoge, muy por el contrario de lo que ocurre con la viga de cemento, mas fuerte cuanto mas resiste a la intemperie. Nosotros, los humanos, no somos así. Somos carne, vibración, vulnerabilidad, y a veces, no son nuestras fortalezas las que nos salvan, sino nuestras debilidades. Somos paradoja, ambivalencia, contradicción y, por supuesto, metáfora.
Somos seres creadores y creamos, pero a la mañana siguiente nos transformamos en víctimas de nuestras propias obras, aunque sólo teníamos la intención de guarecernos.
Si no queremos mojarnos, necesitamos revisar y empezar de nuevo antes de que se ponga a llover otra vez . Ada Fanelli.