Una
intervención psicosocial consiste en escuchar el pedido de ayuda que aparece en
la crisis. Las personas entramos en crisis cuando nuestros valores se afectan y
carecemos de los recursos materiales o psicológicos necesarios para protegerlos. La situación
desfavorable se produce con el trasfondo de un entorno psicosocial que no
favorece o perjudica el desarrollo del proyecto de vida del sujeto o sus allegados.
En la intervención
psicosocial los diagnósticos no son necesarios, más bien oscurecen la
intervención. Para definir “lo normal”
es necesario definir la “norma”, frente
a la cual solo podemos medir desviaciones. Así, un diagnóstico es una
descripción negativa, de lo que falta o falla y nos complicará aún más el
panorama, no sólo en el caso del sujeto, sino también del terapeuta que, en un
intento loable pero estéril se interna en una nomenclatura ajena a la situación.
El
psicodiagnóstico describe una personalidad e intenta predecir conductas. El
riesgo consiste en que, si como ya sabemos, el observador modifica el campo, el
psicodiagnóstico corre el riesgo de transformarse en una maldición de
autocumplimiento.
La
evaluacion psicodiagnóstica es una demanda de las instituciones, físicas o
simbólicas, a las que pertenece el terapeuta. Las características descriptas
son construcciones socioculturales útiles
en el desempeño de un rol determinado. Como un árbol produce el fruto, la
sociedad y la cultura producen sujetos. Es un proceso largo y doloroso, y
ademas, como no somos frutas, nuestro anhelo acerca de qué queremos ser o cómo
queremos serlo importa mucho para nuestra Salud Mental. Si es contrariado o
imposibilitado, padecemos.
Si dicho proceso
no se da, si se detiene, si el desempeño no es satisfactorio o no aparece la valoración
social por los hábitos adquiridos, llegan la frustración y el consecuente padecimiento. La tarea de reparación consiste
en definir y sortear los obstáculos.
La “histerica” podrá devenir artista
glamorosa o secretaria ejecutiva, el “obsesivo”
administrador meticuloso, el “bipolar”
artista capaz de traducir el “dolor de la vida conciente” en obra de arte. Y
todos, obtener el reconocimiento social necesario.
Por eso es
tan importante la escucha empática, única forma de comprender la demanda, porque el
padecimiento es el diagnóstico. Toda demanda es toma de conciencia, intento
de explicación.
Si buscamos
la respuesta en alguno de los volúmenes utilizados para aprobar exámenes en la
facultad, lo que vamos a obtener es la respuesta a otras preguntas, no a la situación
que tenemos delante, y habremos caido en la trampa de intentar resolver o
curar.
Desde los
paradigmas del DSM o los varios tomos de Freud, ambos con origen en las ciencias médicas aprendimos “curar” un trastorno o interpretar un síntoma, no a entender a una persona. Esta es la trampa. Aunque
nos traigan problemas, no hay nada para resolver, pero si mucho para hacer. No
hay enfermos, a pesar de que haya dolor, por lo tanto no hay curación. No hay
nada que controlar, aunque haya mucho para cambiar, un cambio en el cual
estaremos incluídos No seremos los mismos después de haber acompañado el proceso del otro, sino que también habremos cambiado, y ese cambio será el que nos
habilite después, para ayudar de nuevo y mejor gracias a la experiencia
adquirida.
Si queremos
dar respuestas, si creemos que el motivo es la neurosis, la inestabilidad o la incapacidad,
nos habrá encandilado la fuerza de la demanda y nos estaremos perdiendo el
aprendizaje.
Mediante la
escucha, vamos a percibir, en primera instancia, que nunca nadie está solo. Lo
acompañan su pareja, su trabajo, sus vinculos familiares, o bien la no- pareja (no
tengo a nadie), el no- trabajo (no me gusta lo que hago o no hago nada), la
no-familia (me abandonaron). Todos, conflictos vinculares. Estos conflictos no
se producen en el vacío, sino sobre un fondo, que a veces se destaca y a veces
pasa desapercibido.
Maslow
propone un esquema piramidal. En la base, ubica las necesidades fisiológicas que
deben ser satisfechas: la alimentación, el sueño, el sexo, la seguridad. Y necesidades
secundarias, que consisten en la autorealización y la inserción social exitosa.
Sin embargo, en la condicion humana esta pirámide está invertida, porque los
vínculos sociales son la condición previa para la satisfacción de las
necesidades primarias. Hace falta estar integrado -bien integrado - en los grupos
para asegurarnos el sustento. Y para tener una buena inserción, necesitamos previamente una buena
autoestima construida en un entorno favorable. Como vemos, la Salud Mental
tiene la forma de un Uroboro, una serpiente que se muerde la cola. Sin embargo,
la buena noticia es que podemos intevenir exitosamente sobre lo particular y, a su vez,
modificar el sistema en su conjunto. El grupo saludable favorece a sus
integrantes, los sujetos realizados son agentes reproductores de cambio.
Si rotulamos
de cualquier manera, dificilmente consigamos cambiar nada. Es como querer
escribir en una hoja ya escrita. La gente no puede dejar de ser quien es, pero si,
en cambio, actuar de otra manera, hacer otras cosas, crear.
Y la
intervencion psicosocial consiste, justamente, en andar junto al otro los senderos escarpados de la tranformación creativa. Ada Fanelli