domingo, 18 de septiembre de 2011

Resiliencia: el fracaso de la metáfora




Entiendo por “ideologia” ese corpus de pensamientos más o menos articulados que nos atraviesan pero que no cuestionamos, debido a que responden al Sentido Común, a lo básico de nuestra cultura, a lo mejor y a lo peor. Aunque nos creamos concientes de nuestras creencias y opiniones, se nos escapa siempre un aspecto que pertenece al ámbito de lo inconciente. No expresamos una ideología, es la ideología la que se expresa a través nuestro, sin que nos demos cuenta y a veces contradiciendo nuestras mejores intenciones.

Con esta premisa analizaré el concepto de Resiliencia, que cuenta con defensores y detractores. No me encuentro entre los unos ni los otros, o al menos, es lo que sinceramente supongo.
Resiliencia es un concepto, como sabemos, de la física, o mejor aún, de la ingenieria, y evalúa la capacidad de un material para sostener y resistir. En tal sentido, el uso de la palabra resiliencia, en el ámbito sicosocial, podría considerarse como una metáfora.
El problema con las metáforas es que son habitantes del mundo de la literatura y no de la ciencia, debido a lo cual debemos cuidarnos mucho al usarlas. Son muy gráficas, y de allí su utilidad, pero, al igual que con los ejemplos, cuando abusamos de ellos terminamos por confundir lo mismo que intentábamos aclarar.
Veamos lo que ocurre en este caso. Un video publicita un espacio donde intelectuales y trabajadores se reunirán para compartir sus experiencias, consistentes en apoyar y ayudar a las victimas de tragedias, ayudándolas y alentándolas a desarrollar resiliencia. Y así empezamos a ver el problema.
Si la resiliencia es una condicion inherente de algunos materiales y trasladamos automáticamente el concepto, estariamos diciendo que es una condicion inherente de algunos seres humanos, y tendriamos entonces que aceptar, como consecuencia evidente, que otros no la poseen.
¿Ser o no ser resiliente?
La condicion de “ser” es algo bastante invariable. Algo mas allá de mis características que me define como "yo" y permite que los demás me reconozcan como tal a pesar de cualquier otra circunstancia.
La resiliencia no entraria en esta categoria tan absoluta, sino que sería una característica más particular ya que podría desarrollarse. Y si es así ¿ Por qué esto se produce sólo en algunos y en otros no? Si la posibilidad existe para todos ¿Por qué unos fracasan ante los mismos obstaculos que otros sortean?
A mi entender, la confusión se produce en el origen, en el momento mismo que escogemos la metáfora. Volvamos al video que pretende explicar a los niños qué es la resiliencia. Para ello, se muestra a otro niño jugando con un pequeño animalito de goma espuma. El bichito es apretado, estrujado, aplastado, empapado, ensuciado y maltratado de todas las maneras posibles, para, al fin, recuperar siempre su condición inicial. O sea, ilustra la resiliencia según el concepto ....de la ingenieria.
En cambio como aprendizaje para la vida real, me parece absolutamente terrible.
Enseña que la gente es resiliente, que se puede pegar, golpear, maltratar, y que, después, no pasará nada, todo volverá a su estado original. Esto, desde luego, no es cierto.
Algunas madres neurotizan, diciendo al niño que si rompe el juguete, el juguete sufre. Cuentos como el Soldadito Valiente, son buen ejemplo de ello. Otras, se enojan con la "mesa mala que golpeó a mi niño".
En cambio, en un afan por criar hijos sanos, muchos alentamos la costumbre de regalarles una mascota para que aprendan a diferenciar entre un ser vivo que sufre y responde y un objeto inherte.
Los padres sabemos que la relación con esos objetos es importante para la formación del psiquismo de nuestro hijo y por eso regalamos mascotas, juguetes.
Aquí, en cambio, ni neurosis ni solidaridad. El video parece concebido para entrenar a un torturador. Seguramente, esa no era la intención de sus autores, sino más bien todo lo contrario. Sin embargo, el video nos muestra con cuanta facilidad podemos perder el rumbo cuando llevamos una metáfora al extremo.
Un ser humano no está hecho con materiales buenos o malos, no se trata de una cosa, y no responde siempre de la misma forma a los mismos estímulos. Ni siquiera de la misma forma que lo hizo antes.
No soy amiga de las definiciones, pero si tuviése necesidad de una, yo aceptaría definir al hombre como a un proceso en marcha. Un proceso sobre el que se puede influir, pero no decidir. Un proceso que podemos favorecer, pero no controlar.
¿Cómo saber que el pequeño espectador se identificará con el juguete maltratado pero resiliente y no con el otro niño maltratador? Si queremos seguir usando metáforas de las ciencias duras, digamos que para observar objetivamente, lo unico que podemos hacer es limpiar el campo de cualquier identificación forzada. O sea, alentar el desarrollo quitando obstaculos y no exigiendo rendimientos.
Cuando partimos de criterios fijos, llegamos a categorías rígidas.
Si la resiliencia es inherente sólo a algunos: ¿Cuánto tardaremos en intentar comprender la diferencia? ¿Y en analizar su génesis? ¿Y su genética? ¿Y en escoger a los mas resilientes porque ellos garantizan mejor nuestra inversión?
¿Y que pasará con los que no lo son? Con los que no rien al despertar por la mañana en un campo de concentracion, con los que no se reponen nunca a la tristeza o la tortura. ¿Qué será de ellos? ¿Serán inadaptados? ¿Marginales? ¿Loser? O, simplemente, no-resilientes.
Estoy convencida, vuelvo a repetir, de que no creo en esa intención del concepto.
En los “Pilares de la resiliencia,” por ejemplo, queda bien claro cuánto depende nuestra condición del entorno social y afectivo que nos acoge, muy por el contrario de lo que ocurre con la viga de cemento, mas fuerte cuanto mas resiste a la intemperie. Nosotros, los humanos, no somos así. Somos carne, vibración, vulnerabilidad, y a veces, no son nuestras fortalezas las que nos salvan, sino nuestras debilidades. Somos paradoja, ambivalencia, contradicción y, por supuesto, metáfora.
Somos seres creadores y creamos, pero a la mañana siguiente nos transformamos en víctimas de nuestras propias obras, aunque sólo teníamos la intención de guarecernos.
Si no queremos mojarnos, necesitamos revisar y empezar de nuevo antes de que se ponga a llover otra vez . Ada Fanelli.

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